No tengo palabras. Cualquier cosa que pueda expresar no haría otra cosa que reducir algo inconmensurable al limitado alcance de mis comentarios. Da igual qué historia llegue a las manos de Lasse Hallström, él la convertirá en una película perfecta. Cada secuencia, cada aspecto de esta película daría lugar a un comentario de varias páginas describiendo cómo todos y cada uno de los elementos son orquestados por este director de manera impecable para expresar la historia a la perfección a través del lenguaje cinematográfico.
Hay quien ha dicho que los placeres de la mente son una serie de emociones concatenadas. Desde esa perspectiva Hallström es el maestro del placer. Sabe mantener a flor de piel emociones a lo largo de cualquier película que acomete, plano a plano, secuencia a secuencia. Son emociones comedidas, sin estridencias, pero perfectamente dosificadas y preparadas combinando palabras, imágenes, expresiones de los actores, iluminación, movimientos de cámara, metáforas, vestuario, una meticulosa y acertadísima selección de melodías y sonidos, planos, miradas, golpes de humor sin tonterías, decorados, un guion impecable... y su inigualable habilidad de dirigirlo todo.
Esta es la tercera película de Hallström que comento en Sabado Cine, tras Querido John y Siempre a tu lado - Hatchiko. Cada vez estoy más convencido de que en cuestión de dirección de cine está Lasse Hallström en la cumbre, y muy, muy por debajo el resto de los mortales directores, encabezados quizás por Christopher Nolan. Quizás piensen que exagero Yo creo que me quedo corto.
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