Continúa la revisión (sí, otra más) de la historia de la dominación de los simios sobre el Planeta Tierra. Mucha acción pero poca chicha, y la poca que hay no es más que, una vez más, la ya tan manida moralina que tanto cansa, de que las guerras las hacen los radicales y las evitan los moderados y tolerantes. Sí, ya lo sabemos, y cuando uno va a ver una película de ciencia-ficción, acción y aventuras, lo último que necesita es que se crean en la necesidad de aleccionarte.
De todos modos creo que esta insistencia en este tipo de moralinas proviene de querer quedar bien y hacer como que se aporta algo al actual clima de crispación internacional. Perfecta fórmula para hacer que una película sea caduca y prescindible.
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