No me gustan las películas con animales. Y gracias a Hatchiko me he dado cuenta de por qué, ya que ésta sí me ha gustado, y es que el perro que la protagoniza es, simplemente, un perro. No habla, ni sabemos lo que piensa, ni se comporta de una manera más humana o inteligente de lo que le corresponde... simplemente es un perro en el que la habitual lealtad a su amo tuvo una manifestación singular.
De hecho, diría que el personaje del perro ni siquiera sufre la tentadora hipertrofia de ser el protagonista. El perro es un elemento esencial de la película, pero los protagonistas son las personas que salen en ella, y la lealtad. Por ello, la presencia del animal no convierte la película en una historia inverosímil, sino que constituye el hilo conductor de un relato tan posible como que está basado en hechos reales.
Por otro lado, tampoco me gusta el cine "sesudo" en que sus autores se regodean en no contar nada. Vamos al cine para poder vivir experiencias por las que no podemos pasar en nuestra rutina diaria. Es muy cierto que las historias y el modo en que nos las cuentan ha de ser verosímil para que podamos vernos inmersos en ellas, pero eso es muy diferente a que lo que nos cuenten sean situaciones que no suponen ninguna diferencia con respecto a nuestra cotidianeidad. (Por ello una historia totalmente fantástica bien contada, con coherencia interna, nos puede absorber mucho más que una película ambientada en un lugar y tiempo cercanos en la que, sin embargo, vemos incoherencias y actuaciones alejadas de lo verosímil.)
Así, también en este aspecto Hatchiko era una buena candidata a no gustarme nada: lo que relata es la vida cotidiana de una familia normalita en un pueblo normalito y a la que, en toda la película, no le ocurre nada fuera de lo normal.
Y sin embargo, me gustó la película.
Lasse Hallström tiene a sus espaldas una trayectoria tal que no necesita demostrar ya su valía. Y sin embargo en esta película ha vuelto a superarse con una dirección nuevamente magistral por la que a Siempre a tu lado no le sobra ni un sólo fotograma, cada secuencia y cada momento tienen sentido y consigue hacer de una historia a priori insulsa y más propia para un cortometraje, un largomteraje maravilloso que lleno de realismo lleva al espectador a sentir emociones intensas y a identificarse con sus protagonistas. Cine en estado puro, sin necesidad de grandes despliegues de efectos y recursos: sólo una buena dirección y excelentes actuaciones.
Mención específica merece la maravillosa banda sonora de Jan A.P. Kaczmarkek (Oscar por la de Buscando Nunca Jamás), un acompañamiento musical tan bien fundido con la película que es prácticamente impensable imaginársela sin ella. Parece concebida como una única sinfonía, en la que los modos de los diferentes movimientos se corresponden con asombrosa precisión con el desarrollo de la historia.
Para no perdérsela.
Creo que es también importante la caracterización de los personajes secundarios (el jefe de la estación, el del puesto de perros calientes, la librera, la pareja de carniceros) para la historia. Pues es a través de sus pequeños comentarios, de sus expresiones como se entiene la extraordinaria lealtad del perro, que como bien dices, en toda la película no deja de ser un perro.
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