Buscar en este blog

lunes, 23 de noviembre de 2009

ÁGORA

Ante el estreno de la película Ágora, recibo muchas veces la pregunta de qué me parece, dada mi condición de astrónomo y divulgador de la ciencia al mismo tiempo que creyente, además de haberme destacado por mi interés en la interacción entre ciencia y cine. Voy a comentar mis opiniones sobre Ágora, pues, desde cada uno de esos puntos de vista.

Como astrónomo y divulgador de la ciencia no puedo menos que congratularme por el hecho de que una película de éxito tenga como protagonista a una astrónoma y que por tanto la astronomía tenga un papel distinguido en un medio tan popular como el cine. También me consta que Amenábar contó con el asesoramiento de astrofísicos profesionales para los aspectos científicos del guión, por lo que, como efectivamente es el caso, el rigor estaba asegurado. Como comenta el mismo Amenábar, Ágora es el resultado de la fascinación que sintió por la astronomía al contemplar el firmamento estrellado desde la cubierta del crucero en el que estaba disfrutando de unas vacaciones tras su anterior película. Esa fascinación le llevó a querer plasmar en la pantalla toda la historia de la astronomía de manos de sus protagonistas, idea que tuvo que abandonar pronto, por no ser realista encajarlo todo en un largometraje de duración razonable. La elección de Hipatia en su lugar no pudo ser más acertada. Aparte de su condición de mujer que la hace especial, el acierto radica sobre todo en el hecho de que, al no existir legado escrito de su pensamiento, permite especular sobre lo lejos que llegó en la investigación sobre las órbitas de los planetas e incluso atribuirle ficticiamente los avances alcanzados a lo largo de varios siglos, desde su propia época hasta la de Kepler, y así abarcar etapas de la historia de la astronomía que se extienden más allá de la longevidad de una persona, acercándose al máximo a la idea inicial de Amenábar.

Así, el director decidió hábilmente introducir una trama paralela en la que el protagonista no es de carne y hueso, sino la superación del modelo geocéntrico de Ptolomeo para el sistema solar. A lo largo de la cinta, esta superación está a punto de materializarse a través del empeño de Hipatia por explicar de modo sencillo las trayectorias aparentes de los planetas en el firmamento. Esto la lleva a refutar objeciones, utilizar la intuición y experimentar, todo ello prácticas propias de la investigación científica. Parece que esta búsqueda de la explicación de las órbitas de los planetas es un original e interesante elemento constitutivo de una subtrama de la película, que además en principio parece que ha de complacernos a quienes abogamos por la presencia de la ciencia en un elemento de tan alto valor difusivo como el cine.

Sin embargo, desde el punto de vista cinematográfico y del de divulgador no puedo dejar de ponerme en la piel de un espectador que no tenga ningún especial interés por la astronomía y preguntarme si a través de la película este interés se ve estimulado de algún modo. Para ello he de tener en cuenta que quien va a ver una película al cine va a ver una historia en la que identificarse de algún modo con el protagonista. Y mi impresión es la de que no todos los tramos de la película en que aparecen contenidos astronómicos consiguen presentarse como parte de la subtrama pretendida, sino que aparecen como incisos carentes de engarce argumental con el resto de la película y dan sensación de responder a un afán aleccionador, lo cual produce rechazo cuando menos inconsciente en el espectador y no precisamente unas ganas de saber más. De hecho, muchos espectadores comentan que les ha gustado tanto la historia que se relata como “las partes de documental”. Si esas secuencias son percibidas como “documentales”, por mucho que gusten, está claro que Amenábar no ha conseguido meterlas en la película como una subtrama argumental. Por el contrario, rompen el ritmo de la historia principal y, debido a que no pueden ser entendidas del todo por personas no iniciadas en la problemática de los modelos del sistema solar, no aportan otro foco de tensión argumental, base fundamental de cualquier guión.

Muchos colegas astrónomos o divulgadores no entenderán esta crítica ya que, igual a mí, como entendidos del tema, esos incisos nos interesan por sí mismos porque hacen referencia a un tema que conocemos bien y nos apasiona, y nos entretiene ver cómo se explica en la película. Pero se nos olvida que aparecen repentinamente conceptos inexplicados como “modelo de Ptolomeo”, “epiciclos”, “focos de una elipse” y largas conversaciones difíciles de seguir. Aparte de que no da tiempo a explicarlos lo suficiente, hay que tener en cuenta que al espectador se le presentan en un contexto de esparcimiento, en el que no está precisamente en actitud de “aprender” o de hacer un esfuerzo por comprender. El cine es un medio que llega a muchas personas, pero lo es precisamente porque es una oferta de ocio, y en ese contexto es donde hay que analizarlo.

Hay que decir que la falta de pasión de la actriz no contribuye tampoco a transmitir la emoción de la investigación científica. Parece que ha confundido la impaciencia o el mal genio por no dar con la solución de un problema científico con síntomas de pasión por la ciencia, que a mi entender no llega a transmitir al público la por otro lado gran actriz que es Rachel Weisz.

Desde el punto de vista del creyente, por otro lado, no voy a caer en la tópica crítica superficial de quien es irritado por ver a cristianos como los malos de la película, nunca mejor dicho. La película deja claro que no son los cristianos en general los que instigan y practican la violencia, e incluso presenta al principio a los que luego son violentos como benefactores de los pobres y adalides de la caridad (que después no practican). No tengo problema por tanto en ver a los parabolanos en el papel de villanos, como tampoco me molesta por ser alemán ver a los nazis alemanes en la segunda guerra mundial como los malos de películas sobre la contienda, incluso cuando se les llame simplemente “los alemanes”. Sin embargo no puedo dar por válida la representación de San Cirilo como cómplice de los desmanes de los parabolanos, carente de todo rigor histórico. Parece que se ha elegido representar al obispo Cirilo de Alejandría de esta manera con la clara finalidad de poder luego escribir en la pantalla, al final de la película, que tal sinvergüenza “fue declarado santo y doctor de la Iglesia” y así poder aprovechar para asestar una pequeña puñalada a la Iglesia actual, desacreditando no sólo a los fanáticos, como le gusta decir a Amenábar en todas sus declaraciones al respecto, sino con ellos a todos los creyentes de todas las épocas, algo tan de moda en la actualidad.

Finalmente, un comentario al modo en que se presenta la relación entre la fe y la razón, entre la religión y la ciencia. Considero que es éste el aspecto más central de la película, abordado muy brevemente, pero de modo muy claro y revelador del pensamiento que subyace en sus autores. Son sólo dos frases que intercambian Hipatia y su discípulo Serafo, ya como obispo de Cirene. Éste quiere convencerle de que se bautice públicamente para que la población mayoritariamente cristiana apoye al prefecto romano, también cristiano, al que ella asesora. Ella le contesta que él no puede cuestionarse lo que cree mientras que ella debe hacerlo. Estas palabras tienen una gran carga ideológica, ya que representan una visión muy particular de la relación entre ciencia y fe. Es la que compara ambas realidades desde el punto de vista de su capacidad de cuestionarse lo que se considera aceptado: La ciencia no sólo puede hacerlo, sino que su avance se fundamenta en ello. Y a la religión se le reprocha que implica la aceptación de determinadas verdades sin cuestionarlas. En la base de esta comparación está la suposición de que ambos ámbitos compiten en el mismo plano por ser la fuente de conocimientos sobre el mundo. Esta cuestionable simplificación es el fundamento de la corriente de moda conocida como “cientifismo” o “cientificismo” que pretende encumbrar a la ciencia como única manera válida de conocer el mundo, negando cualquier realidad que no pueda ser conmensurada y explicada en términos científicos. Con esa premisa es lógico que se vea con hostilidad cualquier realidad que afirme, considere o propugne otras realidades no materiales y que naturalmente no funcionan con los mismos mecanismos que la ciencia, como el de cuestionárselo todo. Sin embargo, que en la religión uno acepte por fe determinadas verdades no implica que no pueda aplicar el pensamiento crítico donde corresponde, como por ejemplo en la ciencia, además de muchos otros ámbitos e incluso en la propia religión. Desde estas corrientes cientifistas se viene pretendiendo mostrar a la ciencia como incompatible con la religión, aduciendo falseadamente casos como el de Galileo, la evolución o tantos otros a los que Amenábar pretende añadir el de Hipatia y Alejandría. Lo más curioso es que al pretender hacerlo, en el pasaje al que he hecho referencia, se echa piedras al propio tejado –se podría incluso decir que se pone en evidencia sin pretenderlo—, ya que la respuesta de Hipatia, al ser un argumento para no abrazar la fe cristiana, pone a la ciencia como una alternativa a ésta, es decir la presenta como otra creencia, poniéndola a la altura de lo que pretende combatir y despojándola precisamente de lo más valioso que tiene, que es su capacidad de objetivación y de demostración que elimina la necesidad de ejercitar la fe en sus resultados y en la validez de éstos dentro de sus límites de aplicabilidad (que son los límites que desde el cientificismo no se quieren admitir).

Desde el punto estrictamente cinematográfico opino que le sobran muchos minutos en que aparecen primeros planos de personajes pensantes, tan propios del cine español, planos que no aportan contenido y además dan lentitud a la película. Le sobran también las secuencias en que el plano sale del planeta Tierra y ofrece una visión desde el espacio. Me imagino que con ellas se pretende transmitir lo ridículo de las rencillas terrenas en el contexto de la pequeñez de la Tierra en el espacio, lo cual es un pensamiento bello y certero, pero aún así considero que no encajan. Finalmente, el corte argumental que sufre la película a mitad de su duración tras lo que parecía ya el final de la historia y en el que se ven sobreimpresos varios comentarios, como suele suceder al final de las películas, es demasiado desconcertante como para considerarlo una original genialidad por parte del realizador.

En resumen, es una película que habría estado mucho mejor si hubiera contado con un asesoramiento en historia como lo tuvo en astronomía, a la que le sobra carga ideológica y que adolece, aunque en menor medida que la mayoría, de los defectos típicos del cine español cuyo resultado es un ritmo poco constante y a veces demasiado reflexivo y lento. Globalmente le daría una puntuación de 6 sobre 10, apuntando que para ser la película más cara del cine español hasta la fecha, esperaba bastante más de ella.

No hay comentarios:

Publicar un comentario