Tras la gran decepción de Gravity hace un
año, a la ciencia ficción se le ha dado otra oportunidad de brillar en todo lo
alto de las carteleras y esta vez, sí, ha estado a la altura.
Interstellar. Todo el mundo esperaba que de
las manos de uno de los mejores directores del momento saliera una gran
película. No en vano Christopher Nolan ha demostrado con creces su dominio del
medio y del lenguaje cinematográfico en anteriores obras maestras como Memento
(2000), El Caballero Oscuro (2008) y
Origen (2010). Sin embargo, decir que Intestellar es “otra” obra maestra del
genio cinematográfico es quedarse corto. Por mucho. Porque a la maestría de
Chirsotpher Nolan se le ha unido el arte de su hermano Jonathan y la osadía de
Kip Thorne, el científico experto en gravitación que planteó la idea original y
puso el proyecto en marcha.
Kip Thorne es una de las máximas
autoridades en cuestiones de gravedad y coautor del libro de referencia sobre
el tema en prácticamente todo el mundo
(http://www.macmillanhighered.com/Catalog/product/gravitation-firstedition-misner). Nos lo anunció en persona a los que tuvimos
el privilegio de asistir al tercer Congreso de Estudiantes de la Facultad de
Física de la Universidad de La Laguna
(http://www.ull.es/view/centros/fisica/Actividades_culturales/es) en marzo de
2010, cuando nadie se atrevía a imaginar que cuatro años y medio después ese
proyecto en aquél momento incipiente iba a ocupar el lugar más alto en las carteleras
de todo el mundo.
El impecable resultado de la colaboración
de los hermanos Nolan y Thorne es un claro ejemplo de que el total en más que
la suma de sus partes. En la colaboración de los tres es donde radica el
secreto de Interstellar. En primer lugar hay que destacar el mérito de Thorne
quien, con sus 70 años (ahora 74), con todo el éxito y reconocimiento que un
físico puede desear a sus espaldas, tras una exitosa carrera académica, se
lance a promover una película de ficción que incorporara los elementos
esenciales de la relatividad en su argumento. Pero no sólo eso, sino que fue
capaz de explicar esos conceptos a figuras del cine de manera que vieran y
luego desarrollaran magistralmente la utilización esas ideas abstractas y
complejas para crear una historia, un relato con todos los ingredientes del
mejor cine.
A toro pasado parece fácil, casi obvio, que
la relatividad del tiempo pudiera utilizarse como eje para un drama personal y
un conflicto emocional como el que relata Interstellar, pero el caso es que
nadie lo había hecho antes. Claro que ha habido antes intentos de introducir
esos conceptos en el cine, pero la clave no está en hacer que “aparezcan” en
pantalla durante el metraje, lo cual casi siempre resulta en un añadido postizo
y extrínseco al argumento. La clave, lo difícil, es utilizarlos como parte
integral al servicio de una buena historia y luego crear una buena película en
torno a ella, y eso es lo que han logrado los hermanos Nolan.
Lo triste es que ya han empezado a aparecer
páginas web y blogs en las que los habituales “martillos de herejes” y otros
que les siguen la corriente, se dedican a machacar la película, como otras
tantas, en función de omisiones y errores científicos que han conseguido
encontrar en la película. En Insterstellar son los trajes de los astronautas y
las naves. Siempre hay algo. ¿De verdad es necesario recordar a estos adalides
de la corrección científica que esos errores e imprecisiones son totalmente
irrelevantes a la hora de valorar una película? Y me refiero a cualquier
película, por muy cutre que sea, pero con más motivo al caso de Intestellar, en
la que la ciencia ha desempeñado un papel tan importante y deseado por la
comunidad científica para darse a conocer. Lo importante es que se ha
demostrado que la ciencia puede aportar elementos para hacer cine de calidad.
Ante este hito en la historia de la
divulgación de la ciencia a través del cine de ficción, qué sentido tiene
volver una vez más a la superada actitud a la vez ingenua y pedante de valorar
películas en función de si determinados detalles son científicamente correctos?
Otra cosa es, como he hecho yo en multitud de ocasiones, aprovechar tales
errores para explicar en clase o en contextos divulgativos determinados
conceptos científicos. Pero de ahí a valorar la calidad de una película en base
a ellos hay mucho trecho. ¿Es que la ciencia va a ser más que otros ámbitos de
la vida que también se recogen de manera imprecisa en el cine, porque el cine
no se dedica a reflejar la realidad sino a contar historias? ¿O es que creemos
que los procesos legales, las competiciones deportivas, los hospitales, la
historia, etc… se describen fidedignamente en el cine? Ni la precisión
científica de Gravity hizo de ella una mejor película, ni las imprecisiones de
Interstellar y tantas otras hacen de ellas peores películas.
Celebremos el acontecimiento y la prueba
irrefutable que es posible, con esfuerzo y maestría que la ciencia aporte ideas
capaces que dar lugar a películas tan bellas como esta. Porque Interstellar es,
sobre todo, una maravillosa película.
A mí me ha gustado mucho la película. Ha levantado animados debates científicos en los que me ha encantado participar. Totalmente recomendable.
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