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sábado, 1 de mayo de 2010

Más Allá del Tiempo (La Mujer del Viajero en el Tiempo)

Es difícil valorar una película basada en una novela que uno considera una de sus favoritas. Por un lado, porque sencillamente es difícil no caer en la tentación de comparar la novela con la película, lo cual siempre lleva a conclusiones injustas si no se tiene en cuenta la “traducción” de un lenguaje a otro –del literario al cinematográfico. Comprender esa traducción, también llamada adaptación, requiere conocer los dos lenguajes, y sin embargo habitualmente lo hacemos sólo desde el conocimiento del de la novela. De ahí emanan las manidas objeciones de que “eso no sale en la novela” o “en la novela eso no sucedía así”...

Más Allá del Tiempo es un claro ejemplo de adaptación que podría ser objeto de este tipo de críticas. Y sin embargo lo que hay que valorar es si ha sabido transmitir las mismas sensaciones, los mismos estímulos interiores en el espectador que el texto en el lector. Para ello el director puede introducir cambios, muy drásticos a veces, pero justificados si están al servicio de ese fin. En este sentido he de decir que hay momentos de la película que efectivamente consiguen evocar las mismas sensaciones que el libro. Las escenas del prado donde una y otra vez se encuentran los protagonistas son exactamente como me las imaginaba al leer la novela.

Sin embargo, globalmente creo que la pelíucla no consigue fascinar como la novela. Es difícil saber en qué medida influye que el factor sorpresa sobre el original argumento de la historia no puede repetirse si ya has leído el libro. Pero creo incluso para quien va a ver la película sin conocer la novela, a pesar de contar con ese factor sorpresa, el resultado final es bastante plano. Quizás en su afán de dejar muy claro lo que indudablemente era muy difícil de explicar, el director haya ido demasiado lejos, compartimentalizando la historia en capítulos casi independientes, resolviendo una sub-trama antes de plantear la siguiente Así, la realidad de los viajes en el tiempo, la relación con la chica, la relación con los padres, la cuestión de los hijos, la cuestión de su propia muerte, se tratan de manera sucesiva y no entrelazada, dándole a la película una sensación de inversimilitud que no emana del aspecto fantástico, sino de que la vida real no funciona en compartimentos estancos.

Para explicar la parte complicada del argumento le bastaban al director sus magistrales primeros minutos, en los que en poco tiempo lo dejó todo muy claro. Consiguió de manera eficacísima y en pocas secuencias poner a todos los espectadores en situación, evitando confusiones y malentendidos posteriores que podrían sacarlos de la película. Pero a partir de ahí sigue primando su afan “explicativo”, haciendo que la película cojee en intensidad emocional a pesar del potencial que tenía para ello, probablemente dejando indiferentes a la mayoría.

En cualquier caso, la hayan visto o no, lo que les recomiendo encarecidamente es leer la novela de Audrey Niffenegger, “La Mujer del Viajero en el Tiempo”.

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