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sábado, 17 de diciembre de 2011

In Time


Andrew Niccol no es un guionista y director muy prolífico, pero cada vez que se pone a escribir borda su tratamiento del tema elegido. Sólo seis son sus guiones, y todos ellos -- Gattaca, El Show de Truman, S1m0ne, La Terminal, El Señor de la Guerra y, ahora, In Time -- son magníficas películas que tienen, no demasiado ocultos, diferentes planos de lectura más allá del de el relato en sí.

De este modo, sería una pena que la lectura de In Time se quedara en verla superficialmente como una versión moderna de Robin Hood con la anécdota de que la moneda de cambio sea el tiempo en lugar del dinero.

La equivalencia entre el tiempo y el dinero es mucho más que una anécdota, es donde radica la lectura más interesante de esta película, en la que innumerables frases y diálogos refuerzan la sensación de que en nuestras vidas esa equivalencia es radicalmente cierta y total. Merece la pena ponerse a reflexionar y descubrir que a fin de cuentas nos desvivimos, dejamos de dormir, malgastamos nuestras vidas para ganar dinero para con él comprar tiempo: tiempo de relax, de vacaciones, de jubilación... para recuperarnos del esfuerzo realizado. Todo un contrasentido que In Time pone de relieve.

In Time no colmará las expectativas de quienes quieran ver un alegato contra el capitalismo o una película de ciencia ficción en torno a la programación genética. Es más bien una historia para pensar sobre nuestras vidas. No en vano no está localizada en el futuro, sino en un presente diferente, como alegoría del presente real, que, pensándolo bien no es tan diferente del que vemos en In Time, a pesar del mundo tan distinto que nos describe.

Como único "pero", el final del pesonaje de Raymond Leon, guardián del tiempo, cuya muerte parece truncar un interesante desarrollo en su actitud frente a la realidad y su propio oficio.

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