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domingo, 10 de enero de 2010

CUENTO DE NAVIDAD

Tras el ensayo general de Polar Express, Robert Zemeckis ha perfeccionado la curiosa técnica de ida y vuelta por la que se convierte a actores reales en personajes de animación, lo cual implica la distorsión de sus facciones para que parezcan realmente el producto de una animación y encajen con el entorno diseñado gráficamente, para luego intentar que el conjunto –personales y entorno—parezcan lo más real posible. Digo que lo ha perfeccionado, porque realmente hay personajes muy logrados, pero el resultado final dista mucho de ser satisfactorio. Aún abundan y llaman la atención las miradas al infinito que no se fijan en nada de muchos de los protagonistas de animación, que les dan ese carácter irreal. Una pena la versión infográfica de Colin Firth, un tan buen actor reducido a un dibujo animado inexpresivo.

El comienzo de Cuento de Navidad es espectacular y prometedor, con un perfecto equilibrio entre el contenido argumental y los inevitables efectos que – no sé si por contrato— parece que se ven obligados los productores a incluir si la película va a ser distribuida en el circuito de salas 3D. Sin embargo, la promesa queda incumplida y el equilibrio roto en favor del efectismo, del exceso de secuencias pensadas exclusivamente para realzar la técnica del 3D que toca promocionar como tabla de salvación del cine, debido a que por ahora no puede disfrutarse en películas descargadas por internet.

Es una pena que ocurriera esto en esta película, que de no haber sido creada bajo estos condicionamientos, podría haber pasado a la historia como una versión definitiva del clásico de Dickens. Pero el resultado es una película cuyo contenido argumental es escaso, con sólo unas pocas pinceladas del rico contenido del cuento. Ni siquiera conociendo la historia original se entiende lo que el espíritu de las Navidades pasadas pretende comunicar a Scrooge con la visita a su pueblo natal en dos etapas de su infancia. Parece que no queda tiempo para profundizar porque hay que dedicar muchos minutos a los efectos 3D, que en realidad no son más que transiciones hipertrofiadas.

Aún así creo que merece la pena ir a verla, eso sí, sucumbiendo a la “necesidad” de verla en la versión 3D.

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