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sábado, 17 de abril de 2010

QUERIDO JOHN - Oda al AMOR de Lasse Hallström

Comentaba antes de entrar en el cine que alguna vez se podría dar la circunstancia de que Lasse Hallström dececpcionara, y que quizás sería una película romántica como ésta donde podría tropezar. Nada más contrario a la realidad. Toque el tema que toque, Lasse Halström es el rey Midas del cine.

Nadie como él es capaz de convertir en cine situaciones tan reales como la vida misma sin que el resultado sea aburrido, sino todo lo contrario. Pura poesía en una pantalla. Ya lo hizo con la sencilla relación de un hombre con su perro en Hatchiko, comentada también en este blog.

Es la especialidad de Halström la capacidad para introducir todos los matices, aspectos, enfoques y salvedades que en la vida misma hacen que cualquier situación no sea tan simple y maniquea como queremos ceer. En el cine de Halström no hay buenos ni malos, sino personas que sufren, aprenden, superan dificultades o sucumben a ellas en situaciones tan reales como la vida real. Y gracias a esto, no podía haber nadie mejor que este director para hacer una verdadera oda al amor, al amor real que todos podemos sentir y tenemos a nuestro alcance, lleno de imperfecciones, limitaciones y retos por superar. Y, paradójicamente, precisamente por ello ha resultado ser un homenaje al AMOR con mayúsculas, porque es un amor posible y heróico, que saca lo mejor de las personas tras haber pasado por el tamiz de sus debilidades.

QUIEN QUIERA VER LA PELÍCULA SIN PERDER EL FACTOR SOPRESA, QUE NO SIGA LEYENDO.

Esto viene genialmente expresado con la carta que lee el hijo al principio y que parece estar escrita para su amada y que, casi al final vemos que estaba dirigida a su padre, un espectacular Richard Jenkins. Tras haber construido con todo su despliegue de medios lo que pasados dos tercios de la cinta parecía que iba a ser una historia románica más, con trasfondo del 11S y las guerras de irak y afganistán incluidos, todo ello se derrumba con la re-lectura de la mencionada carta y colocación en primer plano del amor entre John y su padre. Luego aparecen otros "amores", otras facetas del único amor, habría que decir, como el amor al prójimo en la igualmente realista y desgarradora decisión de John de no entrar en el juego de recuperar a Savanah ya casada con su viejo amigo Tim, a pesar de saber que ella estaba por la labor. Es el amor convertido en respeto por el otro y en el reconocimiento de haber perdido la oportunidad cuando la tuvo, no queriendo desandar lo andado a costa del dolor de terceras personas.

Sólo en una fría disección quasi-científica de la realidad cabe separar el amor romántico del amor filial o de otras de sus manifestaciones. En Querido John queda patente que amamos con el mismo corazón, que somos la misma persona cuando amamos a nuestra pareja, queremos a nuestros padres o sentimos una genuina compasión por personas deficientes o enfermas. Vemos, sentimos, lo doloroso que puede llegar a ser el ver que pasa el tiempo y uno no llega culminar todos sus amores, el verse incapaz de abarcar a todos a causa de las propias limitaciones y lo triste que puede ser darse cuenta de no llegar a tiempo. John casi llega tarde para su padre, perdió a Savanah, pero finalmente se redime respetando su matrimonio con un enfermo Tim y ganando además tiempo de vida para quien había ocupado su lugar junto a su amada, a través de una donacón anónima para su costoso tratamiento.

Lasse Halström es insuperable a la hora de utilizar todos los recursos posibles –todos—para crear un mensaje y transmitir sensaciones y sentimientos. En esta película son fundamentales las palabras. Pero Halström hace poesía con otros elementos también, como los entornos y elementos naturales. Es capaz de conmover con el simple seguimiento del recorrido de una carta desde el remitente hasta las manos del destinatario. Es capaz de conseguir que John, el protagonista (un desconocido y magnífico Channing Tatum), tenga casi siempre un mínimo de expresividad, para fugazmente mostrarle contento entre sus compañeros del ejército, el único entorno en que estaba alejado de sus seres queridos, en otro magistral contraste que expresa cómo el amor es exigente y trae consigo responsabilidades de las que se puede querer huir o refugiar.

Extraordinaria está también Amanda Seyfried (conocida por ¡Mamma Mia!), llena de expresividad contenida y encanto innato, ideal para el papel y el estilo de este director.

Ejemplo del lenguaje cinematográfico convertido en poesía por Hallström son también las secuencias de John en el agua, haciendo surf entre las olas o hundiéndose bajo ellas, según su estado de ánimo, pero siempre mostrando claramente que es en la soledad y aislamiento donde se encuentra consigo mismo, alejado una vez más, de las demandas del amor que en tierra firme le desgarran por dentro.

Quizás sea un ejemplo anecdótico, pero no puedo dejar de mencionar la brevísima secuencia en que, en el momento de más dramatismo emocional, John aporrea de rabia el volante del coche que conduce y se produce el efecto indeseado de que se pone en marcha en limpiaparabrisas. Como la vida misma, seña de identidad del cine de Hallström.

Así pues, ¿Quién sino iba a ser capaz de lograr una obra maestra a la hora de hacer una película sobre el amor? Vista “Querido John” es difícil comprender que para contestar a esta pregunta se pueda dudar ni siquiera una fracción de segundo en pronunciar el nombre de este director. Quién sino.

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